miércoles, 11 de abril de 2007

Mil Primaveiras Mais. Centenario do Himno Galego.

Del 1 al 3 de marzo de este año, se celebra en Santiago unos ciclos de conferencias sobre el músico Pascual Veiga, en commemoración del centésimo aniversario del estreno del actual Himno Gallego (recordemos que tambien existe el "Himno del antiguo reino de Galicia"), el cual tuvo lugar el día 20 de diciembre de 1907, en el «Gran Teatro» de La Habana.

Llama la atención la poca información que hay en internet sobre este importantísimo músico, y que no esté, aparentemente, al alcance el resto de su obra. Si nos damos cuenta que estamos hablando del autor de dos obras tan importantes como la célebre "Alborada de Veiga" y de la música que junto al poema de Eduardo Pondal, dió vida al himno que conocemos, como fruto de la correspondencia mantenida entre los dos galleguistas, parece sorprendente que ninguna página de internet ofrezca un listado del resto de su obra, o que según parece, no haya una triste recopilación a la venta. Una búsqueda en google, nos devuelve cortas biografías de un párrafo. Y es evidente que hablamos de un músico que supo captar como pocos el espíritu gallego, y que es imprescindible una recuperación de su figura, cuya importancia salta a la vista, y es clave en la historia de Galicia.
Se decía que los rudos y curtidos gallegos de la emigración no podían resistir las notas de la Alborada, sin volver la cabeza para dejar caer las lágrimas. A ellos se le debe hoy el monumento de la tumba donde reposa, al igual que el de Pulpeiro, y muchos monumentos más, sufragados intégramente con dinero de los que emigraron, pero nunca olvidaron.

Estas vacaciones, me dejé caer casualmente por Mondoñedo, lugar único que hacía tiempo estaba en mi agenda; de alguna manera, el tiempo parece detenerse en esa ciudad, y uno tiene la impresión de entrar en un espacio legendario, donde el espíritu de personajes como Alvaro Cunqueiro , el propio Pascual Veiga, o Leiras Pulpeiro, lo inundan todo. Casualmente, aparcamos frente al cementerio viejo, y esa fué nuestra primera parada. Es uno de esos cementerios antiguos de aire romántico, y lo cierto es que me embargó una emoción indescriptible al encontrarme frente al lugar donde reposan Pascual Veiga y Cunqueiro. La tumba del primero está presidida por una columna rematada en cruceiro, coronada de flores, y adornada con una gaita y un arpa, y una inscripción que recordaba a la diáspora cubana y argentina que sufragó el monumento; en el lugar donde reposaba Cunqueiro, rezaba la hermosísima frase " Eiquí xaz alguén que coa súa obra fixo que Galicia durase Mil Primaveras Máis" ("Aquí yace alguien que con su obra hizo que Galicia durase mil primaveras más"). La frase, como un eco, resonaba por la ciudad, escrita en paneles, en muros y edificios; "Mil Primaveras Máis, Mil Primaveras Máis..."

Las frases de Cunqueiro, alumbraban y daban vida a cada rincón de la ciudad descrito en sus libros, aumentando el encanto de los lugares, compitiendo así con homenajes a otros intelectuales mindonienses como Pulpeiro, y su músical lírica; "Froliñas, pequerrechiñas. Agrouladas, que semellan bágoas de sangue caladas no bico das carrasqueiras"; que preciosidad ese uso de la aliteración y del sonido de las palabras, que le parece a uno escuchar detrás de ellas el repiqueteo de una música tímida, sencilla y hermosa.

La nota curiosa del viaje la puso nuestra búsqueda del anunciado "Museo Merlín". Inocente de mí, pensé que sería un museo dedicado a Cunqueiro, autor del célebre "Merlín y familia"; pero, para nuestra sorpresa, cuando preguntábamos a los lugareños por la localización del Museo Merlín, nos contestaban "Ya os lo encontraréis por ahí..."; ante lo repetitivo e indefinido de las respuestas, nuestro desconcierto iba en aumento. Lo cierto es que yo tenía la mosca detrás de la oreja; de repente, insistiendo en nuestra pesquisa, alguien nos dijo "Ese señor de negro que va por ahí, ese es Merlín".
Merlín, el personaje de la novela de Cunqueiro, era un ser de carne y hueso: librero, anticuario, iniciador del joven Cunqueiro en la literatura. Seguimos al anciano a paso rápido, pero se nos escurría entre los callejones de Mondoñedo, hasta tal punto que ni alcanzábamos a verlo antes de que doblase las esquinas. Pronto llegamos a una tienda muy pequeña, en la que se veían objetos antiguos y chatarrería diversa amontonada; encima de la tienda había una placa, con una frase de Cunqueiro que acreditaba que aquello era lo que buscábamos "Por el viejo Merlín no pasan los años...". Y efectivamente, al poco vimos salir a un señor de edad, enjuto, muy delgado y con las manos huesudas, vestido de mago de feria; tímidamente le preguntamos si se haría una foto con nosotros: lo hizo, y nos ofreció por un euro, un sobre cargado de recuerdos de Mondoñedo y de su propia persona. Le entregué el "Merlín y familia", y me lo dedicó. No mucha gente puede presumir de tener una novela como esa dedicada por su protagonista.

La magia de Mondoñedo siguió por el barrio de los Molinos, en el que los canales se internaban en las calles y entre las casas; calles donde lo antiguo y lo moderno se conjugaban admirablemente: un barrio de alfareros y artesanos, que llamó poderosamente mi atención. A través de el llegamos al "puente del pasatiempo", en el que la leyenda dice que se entretuvo a la mujer de Pardo de Cela, que llegaba con el perdón real, mientras la cabeza de su marido rodaba en la plaza de la catedral, con las palabras "Creo, creo, creo" entre sus labios ya separados del cuerpo, como pago a su rebeldía a la nobleza castellana.

Hay algo, en definitiva, en ese pequeño valle, en el que las montañas y bosques casi parece que se echan encima de la ciudad, que hace pensar que se encuentra uno en el auténtico corazón de Galicia, un lugar en donde lo legendario y lo tradicional perviven y se encuentran armoniosamente con la modernidad; todo está admirablemente cuidado, señalizado y puesto en valor. Un lugar en donde reposa, en la tierra húmeda que le vió nacer, el autor del inmortal Himno, y en el que las gentes todavía dejan la puerta abierta y te saludan sin conocerte. Un lugar que es testigo de una parte imprescindible de la historia de Galicia, y que te da la oportunidad de rozarla con los dedos, de empaparte de ella hasta la médula.

Nos despedimos pasando una vez más por la estatua de Cunqueiro, sentada, contemplando plácidamente la monumental catedral. "Que Grande e rico e fermoso é o mundo" (Álvaro Cunqueiro)



"É despois o meu pé teña...roseiras de rosas roxas" (Leiras Pulpeiro)

OS PINOS: HIMNO GALEGO. Letra: Eduardo Pondal. Música: Pascual Veiga.

¿Qué din os rumorosos
na costa verdescente
ao raio transparente
do prácido luar?
¿Qué din as altas copas
de escuro arume arpado
co seu ben compasado
monótono fungar?

"Do teu verdor cinguido
e de benignos astros
confín dos verdes castros
e valeroso chan,
non des a esquecemento
da inxuria o rudo encono;
desperta do teu sono
Fogar de Breogán."
"Os bos e xenerosos
a nosa voz entenden
e con arroubo atenden
o noso ronco son,
mais sóo os iñorantes
e féridos e duros,
imbéciles e escuros
non nos entenden, non."

"Os tempos son chegados
dos bardos as edades
que as vosas vaguedades
cumprido fin terán;
pois, donde quer, xigante,
a nosa voz pregoa
a redenzón da boa
Nación de Breogán."

1 comentario:

Anónimo dijo...

Esta claro que o himno é un poderosísimo signo da nosa identidade Galega.E mais ca iso: e un símbolo do mais axustado. Custa imaxinar un himno millor pra Galicia.
E a verdade e que sempre se recorda a Pondal, pero poucas a Veiga, e se a eso lle engadimos o que ti dis da autoría da Alborada... esta fora de dúbida a súa importancia.

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